Talla cero
Nuria Illescas Laguna
La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria en la que esta se encuentra alterada. Aunque el término “anorexia” quiere decir, de forma literal, “falta de apetito”, la persona que la sufre, tiene el comportamiento de un organismo hambriento: no come, sin embargo, no deja de pensar en los alimentos, en las calorías que estos proporcionan, en cuáles engordan menos… Los rasgos principales que caracterizan a la anorexia nerviosa son: la distorsión en la percepción de la propia imagen corporal y un sentimiento de ineficacia personal.
Sus síntomas clínicos más relevantes son los siguientes:
- Deseo irrefrenable de seguir adelgazando.
- Rechazo absoluto a mantener un peso por encima del valor mínimo normal para la edad y talla de la persona.
- Terror hacia el sobrepeso.
- Reducción progresiva de la ingesta de calorías diaria.
- Rituales alimentarios peculiares (cortar y colocar minuciosamente la comida en los platos, esconder y tirar alimentos, etc.).
- Conductas destinadas a mitigar el hambre o a quemar las calorías ingeridas (beber mucha agua, toma de laxantes, vómitos provocados, excesiva actividad física…)
- Alteración de la percepción del peso y de la silueta corporal.
Este tipo de conductas traen graves consecuencias tanto físicas como psicológicas, la más llamativa es la pérdida significativa de peso (IMC < 17’5). Así como amenorrea (ausencia de, al menos, tres ciclos menstruales consecutivos), retraso en el desarrollo sexual si la anorexia se produce en la pubertad o antes, alteraciones del metabolismo y de la hormona tiroidea, anomalías en la secreción de insulina, hipotermia, bradicardia, hipotensión, aparición de lanugo, edemas y estreñimiento. Cuando el trastorno se prolonga en el tiempo, aparecen otras complicaciones ya irreversibles como la osteoporosis, la cifosis o el prolapso de la válvula mitral del corazón. Si no llega a producirse una intervención a tiempo o esta no es efectiva, el paciente llega a la desnutrición y, en los casos más extremos, al fallo multiorgánico que desemboca en la muerte.
La anorexia es el trastorno con la tasa más alta de mortalidad. En primer lugar, por la desnutrición (es el único trastorno que afecta directamente al riesgo mortal) y, en segundo lugar, por el riesgo de suicidio (3%). Tras más de 20 años de trastorno, la tasa de mortalidad llega al 18%.
El 95% de los pacientes son mujeres de entre 10 y 30 años, situándose la edad media de inicio entre los 13 y los 18 años. Es un trastorno propio de los países desarrollados y que comenzó a producirse en clases económicamente altas, pero se ha generalizado también entre las clases más bajas.
La anorexia nerviosa se divide en dos subtipos: la anorexia restrictiva (pierden peso exclusivamente con dieta y ejercicio excesivo) y la anorexia bulímica (con períodos de atracones seguido de vómitos y usos de laxantes).
Todo empieza con una burla, un insulto, un cambio de talla, un período prolongado de ansiedad, una personalidad perfeccionista y autoexigente. De repente, los 55 kilos en la báscula parecen pesar el doble. Quizá una pequeña dieta no vendría mal, solo un par de kilos menos: páginas web, consejos de amigas, rutina de ejercicios, listados de calorías, calorías diarias. 53 kilos, te sientes bien, has conseguido tu objetivo, te ves guapa. Pero… con 52 estarías mejor. Más dieta, más ejercicio, menos calorías. Ya que estás… ¿por qué no llegar a los 50? Sí, 50 kg y se acabaron los ayunos y salir a correr por las mañanas. “¡Has adelgazado, te estás quedando estupenda!”, una talla menos. 49 kilos, ¿cómo puede ser? si esta mañana has visto un michelín más en tu tripa… Y jurarías que tus muslos estaban más grandes que nunca. Empiezas a sentir las miradas sobre ti durante las horas de la comida, empiezas a odiar esos momentos que, sin embargo, cada vez se alargan más y más a medida que cortas el filete en trozos cada vez más y más pequeños. Todo depende de ti, todo debes controlarlo tú, todo debe ser perfecto. Un bocado más es un gramo más, o dos, o tres… 45 kilos, talla 34. Ayer perdiste el conocimiento en mitad de la calle, tú sola. IMC 17, hace dos meses que no tienes noticias de tu menstruación. Ataques de ansiedad, médico de familia, psicólogo, psiquiatra, medicación. La imagen del espejo cada vez es más grande y el peso de la báscula nunca es lo suficientemente bajo. 42 kilos, talla 32, IMC 16. Hace meses que no pruebas un helado… Espera, ¿ayer diste un bocado a una chocolatina? Hoy mejor no desayunes, ni comas… Y ya que estás, aguanta hasta mañana sin comer. De todas formas, seguirás sin compensarlo: habrás ganado peso, te habrás fallado a ti misma, eres una inútil, no tienes autocontrol. 40 kilos, problemas de corazón, ingreso hospitalario. Un momento, ¿y tu vida? ¿tus amigos? ¿tu familia? ¿tus sueños? Tras semanas de control hospitalario y vigilancia, presencias tu destino: un fallo multiorgánico acaba con la paciente de la habitación de al lado: con su melena rubia, con su risa contagiosa, con su pasión por la música, con su futuro viaje a la India. Vivió 19 años, los 4 últimos luchando con su mente y el espejo. Esto no puede pasarte a ti. Cuatro meses después consigues volver a casa, todavía tienes un peso bajo, pero has conseguido estabilizarlo. Sin embargo, la pesadilla y sus consecuencias te seguirán persiguiendo durante mucho tiempo… Te acompañarán el resto de tu vida.
Belloch, Amparo (2008). Manual de Psicopatología. Madrid. Mc Graw Hill.
Gunnard, Katarina y Lasheras, Gracia. Cómo detectar un TCA: Señales de alarma. Servicio Psiquiatría y Psicología Hospital Universitario Dexeus. PsicoDex.
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