El curioso caso de Phineas Gage

Lucía Hernández Pizarro


El 13 de septiembre de 1848, Phineas Gage, un joven de 25 años se encontraba trabajando en la construcción de una vía de ferrocarril en el sur de la localidad de Cavedish, Vermont.

Su trabajo consistía en volar rocas con explosivos para permitir así el paso de las vías de tren, y necesitaba para ello colocar pólvora y arena en un agujero perforado en la piedra. Sin embargo un fallo hizo estallar el explosivo. La barra de hierro salió volando hacia él, entró por debajo de su pómulo izquierdo, salió por la parte frontal del cráneo y fue encontrada a más de 20 metros de distancia del accidente. 

Phineas recobró la consciencia unos minutos más tarde con gran parte de sus lóbulos frontales del cerebro totalmente destrozados. No murió en el acto y pudo ser tratado por un médico al que con sus propias palabras contó lo que había sucedido. Los médicos consiguieron cerrarle las heridas y, poco más de dos meses después, ya estaba totalmente recuperado. 

Poco a poco todos sus conocidos se dieron cuenta de que Phineas ya no era el mismo. Se había recuperado físicamente y hablaba con normalidad, pero no se comportaba de la misma manera. Antes del accidente, era considerado un hombre responsable, equilibrado, sensato… pero después se había vuelto un hombre brusco, impaciente, inestable, caprichoso e incluso le faltaba el respeto a sus compañeros: había cambiado su personalidad. Años después empezó a sentirse enfermo y empezó los primeros ataques epilépticos que lo acompañarían hasta su muerte en 1860. 

Gracias a su caso, se ha podido estudiar a fondo sobre la relación del cerebro con las emociones y la personalidad. La zona que había quedado destruida en el cerebro de Phineas Gage se llama córtex prefrontal ventromedial. El jefe de Neurología de la Universidad de Iowa, Antonio Damasio, ha estudiado recientemente a un hombre y una mujer que tenían destruida la misma región desde niños, uno por un accidente y otro por un tumor. Ambos habían crecido en una familia normal y habían recibido buena educación, aún así eran intratables, mentirosos compulsivos, proclives al robo e incapaces de hacer amigos o de mostrar remordimientos. La zona que tienen destruida estas personas y Phineas Gage está implicada en conectar la razón con las emociones, y de él surgen la empatía, la aptitud social, la capacidad para predecir las consecuencias de los propios actos y la habilidad para seleccionar un comportamiento que sea adecuado a los objetivos. Por lo que no es el trozo de cerebro que más conviene perder, pese a no estar implicado en el lenguaje ni en la razón.

La verdad es que este es uno de los casos más sorprendentes que he escuchado de accidentes laborales. Si a alguien le cuentas cómo sucedió seguro que lo primero que se les pasa por la cabeza es que Phineas falleció, lo mismo que pensé yo. No consigo explicarme cómo en un accidente de ese calibre, y pensando en que la sanidad de la época era bastante más precaria que la actual, consiguiera sobrevivir y quedar con tan ‘pocas secuelas’. Tuvo suerte de sobrevivir ya que gracias a él se ha conocido mucho más acerca del cerebro en ámbitos de ciencia y psicología. 

Creo que cuando la razón no puede conectarse con las emociones no sirve de gran cosa, y este es un buen ejemplo para demostrarlo pues estas personas pueden pensar y razonar, pero si no pueden saber qué consecuencias tendrán las cosas, si no saben controlarse ante diferentes estímulos, comportarse ante diversas situaciones etc… ¿de qué sirve la razón?

Bibliografía

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